Gobierno y percepción ciudadana

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Por: Rossana Vázquez Burciaga

En días recientes escuché a dos conocidos políticos de la región sur del estado, en una plática de café, decir que las y los periodistas tenemos la culpa de que los ciudadanos perciban de manera negativa lo que ocurre en su ciudad, ya que alimentamos esa sensación entre la población.

El comentario me condujo a la reflexión. Me parece increíble que aún y con lo evidente que pueden parecer las situaciones en nuestro entorno, se culpe a los medios de comunicación de lo que el ciudadano piense o crea.

Si bien los medios de comunicación influyen bastante en la opinión pública, la labor periodística no constituye la base única del sentimiento de la ciudadanía, ni de las posturas que los individuos toman; pensarlo así, es un acto que minimiza la capacidad de las personas para palpar con criterio propio la realidad. Es hasta insultante.

Para que un ciudadano, como coloquialmente se refiere, “de a pie”, se forme una opinión propia o emita su juicio, atravesó diversos factores que le permitieron asumir la realidad de tal o cual forma y a partir de ahí definió sus posturas propias.

En el caso específico de posturas sobre entidades de gobierno o incluso políticos, el ciudadano más que nadie enfrenta cotidianamente un cúmulo de acciones y omisiones de parte de las administraciones públicas de cualquier nivel.

Resulta impresionante el volumen que puede tomar la lista de elementos que se generan desde el servicio público pra que la ciudadanía se forme percepciones negativas sobre quienes hacen el gobierno.

Las familias padecen la falta de servicios básicos como el servicio de agua potable y la recolección de basura, o bien, transitan por calles y carreteras en mal estado o luchan contra la falta de fuentes de empleo.

Para que las y los ciudadanos se formen su propio criterio, les basta unos cuantos meses de evaluación sobre los resultados de sus Gobiernos para ponderar si quien está al frente de las encomiendas públicas logró satisfacer sus necesidades básicas o al menos cumplir con sus obligaciones como gobernantes.

El mayor crítico de un Gobierno no es otro político, tampoco un periodista; el mayor crítico de quienes cobran en los aparatos de gobierno, es un ciudadano que goza o padece en carne propia el resultado de las acciones y las omisiones de los funcionarios.

La mayoría de las administraciones actuales, ya han avanzado más allá de la mitad de sus periodos de gestión, por lo tanto, las y los ciudadanos tienen desde ya su percepción del trabajo realizado; lo que le queda al gobernante es afrontar las consecuencias del poco o mucho trabajo ejecutado y respetar el criterio y punto de vista de la población.

Caen en un grave error quienes en lugar de afrontar las consecuencias de sus acciones desde las responsabilidades que se les encomendaron, minimizan la inteligencia de los ciudadanos para evaluar con objetividad lo que ha mejorado en su entorno y lo que lamentablemente sigue igual o se puso peor.

En estos tiempos de acceso a tanta información, las y los ciudadanos estamos en el camino de aprender a discernir información verídica de la que no es, y sobre todo estamos en un proceso profundo para reconstruirnos en lo individual y para generar mejores sociedades.

Lo sostengo, el mayor crítico de un Gobierno no son los medios de comunicación ni los detractores de los proyectos, sino el ciudadano que cada vez es más analítico y reflexivo. Seamos pues impulsores de sociedades despiertas que coadyuven en la mejora del entorno, no en la división de comunidades.